miércoles, 2 de junio de 2010
Confesiones de un ganster económico.
"Los gángsteres económicos (Economic Hit Men -EHM-) son profesionales generosamente pagados que estafan billones de dólares a países de todo el mundo. Canalizan el dinero del Banco Mundial, de la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID) y de otras organizaciones internacionales de «ayuda» hacia las arcas de las grandes corporaciones y los bolsillos del puñado de familias ricas que controla los recursos naturales del planeta. Entre sus instrumentos figuran los dictámenes financieros fraudulentos, las elecciones amañadas, los sobornos, las extorsiones, las trampas sexuales y el asesinato. Ese juego es tan antiguo como los imperios, pero adquiere nuevas y terroríficas dimensiones en nuestra era de la globalización.
Todo lo sé bien, porque yo he sido un gángster económico."
Así comienza el libro de John Perkins, un EHM arrepentido que ha vivido desde un punto de vista privilegiado los grandes acontecimientos de la historia reciente del mundo.
«La misión que tengo asignada es hacer de ti un economic hit man. Y que nadie se entere de tu actividad... ni siquiera tu mujer». Y luego añadió, poniéndose seria: «Cuando uno entra en esto, entra para toda la vida».
Esto fue lo primero que aprendió, cuando fue reclutado en 1971.
"Tu trabajo consistirá en estimular a líderes de todos los países para que entren a formar parte de la extensa red que promociona los intereses comerciales de Estados Unidos en todo el mundo. En último término esos líderes acaban atrapados en la telaraña del endeudamiento, lo que nos garantiza su lealtad. Podemos recurrir a ellos siempre que los necesitemos para satisfacer nuestras necesidades políticas, económicas o militares. A cambio, ellos consolidan su posición política porque traen a sus países complejos industriales, centrales generadoras de energía y aeropuertos. Y los propietarios de las empresas estadounidenses de ingeniería y construcción se hacen inmensamente ricos."
Perkins trabajó más de una década para lo que el llama "corporatocracia" y formó parte activa de casos tan sangrantes como Ecuador o Panamá. Especialmente en estos dos países fueron el ejemplo de lo que pasa cuando los gánsteres económicos fracasan.
"cuando nosotros fracasamos interviene otra especie mucho más siniestra, la que nosotros, los gángsteres económicos, denominamos chacales.Los chacales siempre están ahí, agazapados entre las sombras. Cuando ellos actúan, los jefes de Estado caen, o tal vez mueren en «accidentes» violentos. Y si resulta que también fallan los chacales, como fallaron en Afganistán e Irak, entonces resurgen los antiguos modelos. Cuando los chacales fracasan, se envía a la juventud estadounidense a matar y morir."
Los chacales mataron a Jaime Roídos y Omar Torrijos en apenas dos meses, al comienzo de la era Reagan.
"Algunos preferirían achacar nuestros problemas actuales a una conspiración organizada. Ya me gustaría que fuese tan sencillo. A los conspiradores se les puede capturar y llevar ante los tribunales. Pero este sistema nuestro lo impulsa algo mucho más peligroso que una conspiración. Lo impulsa, no un pequeño grupo de hombres, sino un concepto que ha sido admitido como verdad sagrada: que todo crecimiento económico es siempre beneficioso para la humanidad y que, a mayor crecimiento, más se generalizarán sus beneficios."
"Acumulativamente, la integración del mundo en un solo conjunto, sobre todo en términos de globalización económica con las míticas propiedades del «libre mercado», representa un auténtico «imperio» por derecho propio [...] Ningún país del mundo ha logrado resistir el magnetismo ineluctable de la globalización. Pocos escapan a los «ajustes estructurales» y los «condicionamientos» del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional ni a los arbitrajes de la Organización Mundial del Comercio, cuyas instituciones financieras, por más que inadecuadas, determinan todavía el significado de la globalización económica, cuáles son sus reglas y cómo se recompensa la sumisión y se penalizan las infracciones. Es tal el poder de la globalización que la generación actual probablemente presenciará la integración de todas las economías nacionales del mundo en un solo sistema de mercado global, libre pero no equitativo."
Jim Garrison, American Empire: Global Leader or Rogue Power?, Berrett-Koehler Publishers, Inc., San Francisco, 2004, p. 38.
"El 20 de diciembre de 1989 el planeta asistió con asombro al ataque lanzado por Estados Unidos contra Panamá poniendo en juego un volumen de medios aéreos nunca visto, según se dijo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial . Fue un ataque sin provocación previa dirigido contra población civil. Panamá y su pueblo no representaban absolutamente ningún peligro para Estados Unidos ni para país alguno del planeta. En todas partes los políticos, los gobiernos y la prensa denunciaron la acción unilateral de Estados Unidos como una violación flagrante del derecho internacional."
Si esa operación militar se hubiese dirigido contra un país responsable de perpetrar genocidios u otros delitos contra los derechos humanos -digamos, el Chile de Pinochet, el Paraguay de Stroessner, la Nicaragua de Somoza, El Salvador de Roberto D'Aubuisson o el Irak de Saddam- el mundo tal vez lo habría entendido. En cambio Panamá no había hecho nada de ese género, sólo había tenido la osadía de contrariar las voluntades de un puñado de poderosos, políticos y ejecutivos empresariales. Se había empeñado en hacer cumplir el tratado del Canal, había tenido conversaciones con reformadores sociales y había estudiado la posibilidad de construir un nuevo canal con financiación japonesa y empresas constructoras japonesas. Por lo cual tuvo que sufrir consecuencias devastadoras.
Como dijo Noriega:
"Quiero dejarlo bien claro: la campaña de desestabilización lanzada por Estados Unidos en 1986, y que culminó en la invasión de 1989, fue resultado del rechazo estadounidense de cualquier supuesto en que el futuro control del canal de Panamá se transfiriese a manos de un Panamá soberano e independiente, con el apoyo de Japón [...] Mientras tanto, Shultz y Weinberger, escudados en las apariencias de funcionarios que trabajaban por el interés público y explotando la ignorancia popular en cuanto a los poderosos intereses económicos que en realidad representaban, montaban la campaña de propaganda dirigida a liquidarme."
Toda la justificación oficial de Washington para la operación se centró en su persona. Noriega era el único argumento de Estados Unidos para enviar a sus jóvenes, hombres y mujeres, a arriesgar la propia vida y la conciencia en la matanza de un pueblo inocente, incluido un número incontable de niños. Noriega fue descrito como un malvado, un enemigo del pueblo, un monstruo del narcotráfico. Y en tanto que tal, suministraba a la administración el pretexto para la mastodóntica invasión de un país de dos millones de habitantes... a los que la casualidad había colocado en uno de los pedazos de tierra más codiciados del mundo.
La administración Bush podía haber acallado los rumores que la tildaban de «pelele», pero quedaba el problema de la legitimidad, de parecer unos matones sorprendidos en pleno acto de terrorismo. Se reveló que, durante tres días, los militares habían prohibido a la prensa, a la Cruz Roja y a otros observadores ajenos la entrada en las zonas duramente bombardeadas, mientras los soldados incineraban y enterraban a las víctimas. La prensa hizo muchas preguntas acerca de cuántas pruebas de atrocidades y otros actos delictivos se habían destruido y acerca de cuántos habían muerto por denegación del auxilio médico. Pero nadie contestó a esas preguntas.
Cheney, el secretario de Defensa, cifró el número de víctimas mortales en unas quinientas o seiscientas, pero algunas organizaciones independientes de defensa de los derechos humanos calculan que fueron de tres mil a cinco mil, y además otros veinticinco mil ciudadanos perdieron sus viviendas . Noriega fue detenido, enviado en avión a Miami y sentenciado a cuarenta años de cárcel. En aquella época, era la única persona de Estados Unidos oficialmente clasificada como prisionero de guerra.
En Estados Unidos, pocos repararon en la tropelía ni en los delitos perpetrados por Washington. Hubo poca cobertura por parte de la prensa impresa. A esto contribuyó cierto número de factores: la deliberada política de las autoridades, llamadas de la Casa Blanca a los editores de los periódicos y a los ejecutivos de las televisiones, congresistas que no se atrevieron a interpelar no fuesen ellos los tildados de «peleles» y periodistas persuadidos de que la opinión pública reclama héroes y no le interesa la objetividad.
Peter Eisner, redactor de Newsday y reportero de la Associated Press que cubrió la invasión de Panamá declaró:
Mi análisis de la situación política y mi actividad informativa en Panamá antes, durante y después de la invasión me llevan a concluir que la invasión de Panamá por Estados Unidos fue un abominable abuso de poder. Esa invasión sirvió principalmente a los fines de unos políticos estadounidenses arrogantes y a los aliados panameños de éstos, al precio de un considerable derramamiento de sangre.
Perkins se pregunta:
"¿Cuántas decisiones, incluidas las de gran trascendencia histórica que afectan a millones de personas, van a cargo de hombres y mujeres movidos por afanes personales, en lugar de por el deseo de hacer lo que es justo? ¿Cuántos de nuestros altos funcionarios actúan a impulsos del deseo de enriquecimiento personal, en lugar de por el interés público? ¿Cuántas guerras habrán estallado sólo porque un presidente no quiere que sus conciudadanos le tengan por un «pelele»?"
El esclavista a la antigua usanza se decía a sí mismo que su comercio trataba con una especie no del todo humana, a cuyos individuos ofrecía la oportunidad de convertirse al cristianismo. Al mismo tiempo, entendía que los esclavos eran indispensables para la supervivencia de su propia sociedad, de cuya economía constituían el fundamento. El esclavista moderno se convence a sí mismo (o a sí misma) de que es mejor para los desesperados ganar un dólar al día que no ganar absolutamente nada. Y además se les ofrece la oportunidad de integrarse en la más amplia comunidad global. Él o ella también comprenden que esos desesperados son esenciales para la supervivencia de sus compañías, y que son los fundamentos del nivel de vida que sus explotadores disfrutan. Nunca se detienen a reflexionar sobre las consecuencias más amplias de lo que ellos y ellas, su nivel de vida y el sistema económico en que todo eso se asienta están haciéndole al planeta ni sobre cómo, finalmente, todo eso repercutirá en el porvenir de sus propios hijos.
"Durante tres decenios, miles de hombres y mujeres han participado en la tarea de llevar a Ecuador hasta la endeble posición en que se halla a comienzos del milenio. Algunos de ellos, como yo, sabían lo que estaban haciendo. Pero la gran mayoría se limitó a aplicar lo que se les había enseñado durante sus estudios de administración de empresas, ingeniería o derecho, o se limitaron a emular el ejemplo de los jefes que, como yo, ejemplificaban el funcionamiento del sistema mediante su propia avidez y aplicaban el sistema de premios y castigos dirigido a perpetuar dicho sistema. Estos participantes se veían a sí mismos llenos de buenas intenciones, como poco, y los más optimistas consideraban que estaban ayudando a un país empobrecido."
"Inconscientes y engañados, o autoengañados en muchos casos, sí, pero no juramentados en ninguna conspiración clandestina. Esos actores eran producto de un sistema que lleva adelante la forma de imperialismo más sutil y más efectiva que el mundo haya visto nunca. Nadie tuvo que salir a buscar hombres y mujeres que se dejasen seducir por sobornos o por amenazas: estaban ya reclutados por las compañías, los bancos y las agencias de la administración. Los sobornos consistían en salarios, incentivos, planes de pensiones y pólizas de seguros. Las amenazas se basaban en la sanción social, la presión de los rivales y el tema tácito de la futura educación de los hijos."
----La relación de rentas entre el quinto de la población mundial habitante de los países más ricos y el quinto que ocupa los países más pobres era de 30 a 1 en 1960, y ha pasado de 74 a 1 en 1995 . Pero el Banco Mundial, la Agencia de Desarrollo Internacional estadounidense, el FMI, y los demás bancos, corporaciones y gobiernos implicados en la «ayuda» exterior todavía nos cuentan que están haciendo su trabajo, que se están consiguiendo progresos.----
----Gracias a las proyecciones de «ciencias» tan poco imparciales como la econometría y la estadística, si usted bombardea una ciudad y luego la reconstruye, los datos reflejan un pasmoso pico de crecimiento económico.----
La mayoría de nuestros periódicos, revistas y casas editoriales pertenece a las gigantescas corporaciones internacionales y está manipulada por ellas. Los medios de comunicación son parte de la corporatocracia.
La próxima vez que experimente la tentación de salir de compras, no lo haga. Lea un libro, haga ejercicio, siéntese a meditar. Recorte gastos de vivienda, de fondo de armario, de coche, de la oficina, y de casi todos los demás aspectos de la vida. Proteste contra los tratados de «libre» comercio y contra las compañías que explotan a las gentes desesperadas en los talleres de la economía sumergida, o que se dedican a saquear el medio ambiente.
Un libro muy recomendable.
http://www.johnperkins.org/
Entrevista con Jonh Perkins
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